7 de febrero de 2008

Un vecino que vuela alto

A continuación copio el artículo que mencionaba en el post anterior:


Fuente: El Barrio Periódico de Noticias, número 106 de enero de 2008

http://www.periodicoelbarrio.com.ar/

Por Luis Alposta
luisalposta@fibertel.com.ar

Una vez más nos reunimos para homenajear a Guillermo Guerrero, vecino ilustre de nuestro barrio y personalidad destacada de la cultura. El 1 de diciembre colocamos una placa frente al hogar del dibujante, en la vereda del Colegio Nuestra Señora del Carmen, que recuerda al creador de Lúpin.
Guillermo Guerrero entró al mundo por Villa Urquiza en tiempos de “La buena medida”, del cine El Tachito, de la peluquería de don Manuel, su padre, y del corso en la calle Bauness, la misma calle y la misma cuadra en la que se realizó el homenaje. Fue en el año en que se escribieron los tangos “Organito de la tarde”, “Buenos Aires” y “El bulín de la calle Ayacucho”. Para más datos, fue en Bauness 2624, el 26 de julio de 1923. Un día en el que nuestro amigo pegó su primer berrido mientras el dúo Gardel-Razzano hacía su debut en el Teatro Florida.
Signado por el tango, que aprendió a bailarlo; más porteño que el Obelisco y con una zurda diestra con el lápiz, nuestro amigo, que supo desde el vamos que había nacido para el dibujo, comenzó a volar precozmente para descubrir el color de las nubes y encontrarse con Lúpin, su alter ego. Ya en 1930 la revista Caras y Caretas, en uno de sus números, incluía un dibujo de dos biplanos en vuelo realizado por un niño de siete años llamado Guillermo Guerrero, a quien le gustaba construir aviones con maderas de viejos cajones.
Autodidacto por excelencia, a los catorce años comenzó a trabajar como ayudante del siempre recordado Lino Palacio, pasándole los Don Fulgencio a tinta y dibujando desde el vamos a la inolvidable Ramona. En 1940, después de haber leído Los Tres Mosqueteros, publicó su primera historieta en La Razón. Después de haber estado durante nueve años junto a Lino Palacio, el dibujante Toño Gallo lo recomendó para Rico Tipo, la revista de Divito, en la que llegó a desempeñarse como jefe de dibujantes y en la que trabajó durante veinticinco años.
Un viaje desde Mar del Plata en 1949, a bordo de un Douglas DC-3, y la posterior invitación de su compañero de tareas, Ernesto Blanes, a realizar un vuelo en un Piper PA-11, aviva su pasión por los aviones haciéndose socio del Aero Club Argentino hacia fines de 1954, iniciando en febrero del año siguiente el curso de Piloto Privado en el aeródromo de San Justo, bajo la tutela del instructor de vuelo César Horacio Germanó. A fines de ese mismo año recibe sus alas de piloto deportivo y continúa su actividad de vuelo hasta 1958, en aviones Piper J-3.
Su personaje Lúpin cobra vida en octubre de 1959, en las páginas de la revista Capicúa, cuyo propietario Adolfo Mazzone le solicitara a Guerrero por aquellos años la creación de un nuevo personaje, al que inmediatamente imaginó piloto y al que luego, por supuesto, habría que bautizar. Pensaron que el nombre podría ser el correspondiente a una de las partes que componen el avión o en su defecto el de alguna maniobra de vuelo, inclinándose ambos por la segunda alternativa: así Lúpin.
El dibujo corresponde a la autocaricatura del propio Guerrero, quien se inspiró en la que le hacía el renombrado dibujante Abel Ianiro. En los años sesenta surge de su inventiva otro dibujo, Joe Flip, que con guiones de José Benavídez encarna a un mecánico de avión protagonista de aventuras ocurridas durante la Segunda Guerra Mundial en las islas del Pacífico.
Junto a Divito y Dol Guerrero funda Lúpin en 1966. Al fallecer Divito, en un accidente automovilístico ocurrido en Brasil, quedan Guerrero y Dol (que en realidad era Héctor Sídoli) a cargo de esta publicación mensual. Hasta que en las últimas horas de 2006 Dol fallece, dejando a Guerrero al frente de la publicación. Por razones legales, la revista debió cambiar el nombre por el de Pinlu. Lúpin llegó a tener una tirada de 25.000 ejemplares y su fuerte siguen siendo los planos, que sirven para construir tanto un barrilete como un avioncito. ¡Y ojo! Todos con garantía de funcionamiento asegurada.
Guerrero conserva con orgullo una fotografía de Fernando Caldeiro, primer astronauta argentino en la NASA. La foto dice, de puño y letra: “Gracias a la revista Lúpin por la inspiración que me dio todos los meses que la pude leer”. Caldeiro, que vive desde los 14 años en Estados Unidos, se hacía enviar la revista con un amigo que hoy diseña trajes espaciales para la NASA y que se inició con tan singular “sastrería”, aunque no lo crean, en las inmediaciones de Triunvirato y Avenida de los Incas.
Guillermo Guerrero es socio vitalicio del Aero Club Argentino, fue durante muchos años vicepresidente del Círculo Argentino de Humoristas y es, para orgullo de todos nosotros, secretario de la Junta de Estudios Históricos de Villa Urquiza, de la que, además, es su representante ante la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires.
Nuestro amigo es también un hombre de fidelidades: es fiel a su barrio, del que, no obstante ser aviador, nunca ha podido despegar; es fiel a sus afectos y a sus amigos; es fiel a su vocación y fiel a Gardel, a quien escucha todos los días, mientras trabaja, jactándose, sin llegar a fanfarronear, de poseer la colección casi completa de sus discos.
Le decimos a Guillermo, pública e impúdicamente, lo mucho que lo queremos y que nos sentimos honrados de tenerlo como vecino y amigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si podes escribime a la direccion de email de la revista que tengo material (fotográfico) para pasarte
Salute!